En Lvov island no se puede ver el día.
En Lvov island debió pasar el tiempo de un modo artificial y tal vez por esa razón la marea no llevaba un ritmo acompasado sino que había creado una furia de sonidos continuos donde cada quince minutos había una pausa, imperceptible, de cinco segundos y medio.
En Lvov island las sombras de gaviotas se veían cuando había luna llena. Pero la luna, tan gigante y poderosa como una madre que pretendía abrazar a todos sus habitantes, reflejaba una luz demasiado intensa. Una luz que al cabo de dos semanas, si la mirabas fijamente, podía destrozarte los ojos.
Sin el sentido de la vista, debíamos salvar Lvov island con el olfato, el tacto o el gusto.
Después de olerla y acariciarla, comencé a besarla. Su agua salada y dulce al tiempo me conmovió enamoró de tal modo, que tuve que tragar el mar entero para devolverla a su estado original.